Su nacimiento fue anunciado y esperado por años. Se hicieron preparaciones para el evento, pues una estrella anunció su día.
Representantes de diferentes esferas sociales fueron invitados; Reyes de Oriente, pastores y extranjeros; uniendo así al pobre, al rico, y al tenido de menos.
Se oyeron cánticos pues un coro de ángeles amenizó su alumbramiento. Siendo aún un infante recibió regalos: oro, incienso, y especias aromáticas traídas de muy lejos. El escenario de su llegada sigue siendo único. Un establo, un pesebre, un cielo lleno de estrellas, con una brillando sobre todas; y unos padres abrazando a su niñito acabado de nacer.
La audiencia humana de los lustros y siglos se ponen de pie, y aplauden la obra maestra del director. Se han oído ovaciones a través de los años, y muchos han tratado de revivir ese solemne momento. Poetas, pintores, músicos, artesanos, cantores, actores, profesionales y amateurs, han tomado inspiración de su natalicio para sus obras.
Gentes y pueblos intercambian regalos en su honor. Siendo él, el regalo más grande de todos; pues él es, el regalo divino para la humanidad.
Sin Jesús no puede haber Navidad. Todo lo demás es engaño, locura, comercio, excusas. Yo siempre celebro su llegada, su nacimiento, y su manifestación. Él es la vida y la luz de los hombres; y yo, me amparo bajo esa luz (Juan 1:4).
Escrito por: Ileana Barrios.