Mi esposa y yo fuimos invitados a una comida por parte de un amigo, a la casa de otro amigo con previa notificación hacia él de nuestra visita a su casa. Atravesamos en el vehículo de nuestro amigo muchos lugares para llegar hasta la casa de nuestro anfitrión desconocido. Teníamos hambre, ya que habiendo cumplido con algunos compromisos; tomamos de inmediato camino a la dirección de la casa que nos recibiría.
Para llegar a nuestro destino final, el último tramo del camino era muy empinado, y eran lugares que nunca antes había conocido. Esos lugares en el pasado fueron bosques, y no tenían lotes para la construcción de casas. De la carretera angosta, nuestro amigo dobló hacia su derecha, en una entrada de portón ancho; pero, sin ningún atractivo significativo.
Al avanzar unos cuantos metros entre árboles y plantas camino hacia la casa, divisamos unos perros de distintas razas mezcladas, entre ellos a una perra preñada. De inmediato sale nuestro amigo desconocido, muy sencillo, amable, y sonriente. Nos saluda a mi esposa y a mi, y fuimos introducidos por el amigo que nos guiaba en el vehículo. El nuevo amigo y anfitrión, inició con algunas bromas, y en un ambiente muy ameno iniciamos las conversaciones que duraron alrededor de tres horas o más.
Nuestro nuevo amigo es cristiano, va constantemente a la iglesia, y tiene dos hijas adolescentes que estaban visitando su casa. Nos sirvieron una sopa deliciosa, con sus verduras y vegetales deliciosos, y un refresco natural muy exquisito. La pasamos bien, y tuvimos una muy buena experiencia de amistad y compañerismo cristiano. Les cuento que la casa era muy sencilla, construida de madera, con sus paredes de los lomos de árboles con un corte de aserradero, y sin ningún acabado extraordinario. Por dentro era rústico, pero amplio. No se podía ver ningún lujo de los que se presentan en revistas; sin embargo, lo más importante, ¡Había PAZ!
Nuestro amigo ha permitido el acceso de Dios a su vida y a su casa, y eso le da un significado distinto a su estilo de vida y a su humilde vivienda. Se podía percibir la bendición de Dios, y la vida confortable de nuestro amigo con lo que poseía. El, orgullosamente llegó a decirnos: «Así es como me gusta vivir, y así es como quiero vivir.»
«Donde está Dios hay paz.»