
«Y cuando estuviereis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que vuestro Padre que está en los cielos os perdone también á vosotros vuestras ofensas.» -Marcos 11:25.
Las tres vías del perdón, son: El perdón de Dios por los pecados personales, el perdón al prójimo por la ofensa que consciente ó inconscientemente hizo, y el perdón del ofendido hacia quien le agravió, para su propia sanidad. El ser humano tiene casi los mismos prejuicios del perdón en cada una de las tres vías mencionadas. En cuanto a pedir perdón a Dios; hay justificaciones personales, tales como: No se si Dios existe, si me oye, ó si Él me quiere perdonar. Otros se justifican diciendo: Todos pecan; además, hay otros que hacen cosas peores, y lo mío no es para tanto. Otros clasifican los pecados por chicos ó grandes, por blancos y negros, y por simples errores humanos. Y finalmente, algunos piensan que no es necesario pedir perdón á Dios; porque seguirán haciendo lo mismo todo el tiempo, considerando que no pueden y no quieren cambiar. Pedir perdón á Dios es la parte más difícil, para la mayoría de los seres humanos. El humano sabe que el perdón implica retractarse y tomar un camino distinto de conducta y pensamiento. Si se trata de merecer el perdón De Dios, ningún ser humano es digno y merecedor del indulto divino.
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Si existieran otras más de todas las justificaciones mencionadas y relativas al perdón de Dios, imagínese las que habrá en relación al mismo prójimo. En cuanto al perdón humano, ni quien extienda el perdón es mejor, ni quien recibe el indulto es merecedor. Venga de donde venga, y de quien venga; el perdón es y será una medicina efectiva, para el mejor proceso de la sanidad de un alma. El código secreto del perdón inicia en la oración. En el acercamiento á Dios en oración; el alma se quebranta, se humilla, se rinde y se somete, para depender de la voluntad divina. La parte más vulnerable del creyente ante Dios, se expone en la oración. Sin embargo, en oración también el creyente puede ver que como un peticionario quiere ser liberado y sentir alivio en su interior. Por lo tanto, en oración el creyente se puede ver á sí mismo, retrospectivamente. Jesús sabía que en oración el alma del necesitado quiere saldar sus deudas pendientes y enmendar todos sus errores ante Dios. Por tal motivo, Jesús mencionó que perdonar es otorgar ó ceder el derecho de libertad á otros. La falta de perdón es como condenar á un encierro mental al culpable que ofendió y pecó contra el otro.
Dos hermanos vivieron hechos que marcaron sus vidas, desde que nacieron hasta que murieron. Los mellizos eran de una ascendencia bendecida, ejemplo de la autonomía en las decisiones más importantes de la vida. El embarazo de la madre de ambos hijos en su vientre fue sobrenatural, porque fue un designio divino. Desde que estaban en el vientre, ambos descendientes rivalizaron y pelearon por nacer. Uno de los hijos quería ser reconocido como primogénito sobre el que nació primero. Por lo tanto, la madre de ambos fue temerosa de Dios y consultó en oración al Señor. Divina y proféticamente se habló de los hijos de Isaac y Rebeca, como pueblos ó naciones. Los mellizos nacieron con características distintas el uno del otro. El que nació segundo en el parto, venía trabado del primero de su calcañar. Se trata de la historia de Esaú y Jacob (Génesis 25:19-26). Esaú y Jacob crecieron como dos hermanos comunes en la casa de sus padres. Uno se dedicó en la cacería de animales y al campo; mientras el segundo habitaba en tiendas, y fue más tranquilo que el primogénito.
Dentro de lo familiar; Esaú el hijo mayor, fue muy descuidado y conformista en el carácter, y desalineado en la ambición de la bendición paterna. Por el contrario; Jacob el segundo, fue ventajoso, suplantador y engañoso. Esaú demostró que no quería la bendición de la primogenitura y la negoció con su hermano. Esaú le otorgó un derecho á Jacob con bajos intereses, y que le causaría grandes pérdidas. Entre tanto, Jacob procuró ilegítimamente la bendición paternal y la logró según sus términos egoístas (Óseas 12:2-3). No obstante, se cumplió la profecía que Dios anticipó respecto á cada uno de ellos (Génesis 25:19-26). La Biblia, dice: «Que ninguno sea fornicario, ó profano, como Esaú, que por una vianda vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue reprobado (que no halló lugar de arrepentimiento), aunque la procuró con lágrimas.» -Hebreos 12:16-17. — La vida de Esaú fue compleja y resentida contra Jacob; tanto así, que dispuso decididamente matar a su propio hermano Jacob (Génesis 27:41).
Finalmente, Esaú no le dio lugar al arrepentimiento; pero sí le dio cabida, al resentimiento y á la amargura de su corazón. La raíz de amargura es el producto de la falta de perdón. Tanto Esaú como Jacob, son ejemplos de vidas suscritas ó derivadas á la presencia ó la ausencia del perdón mutuo (Génesis 27:44-45). Así como á Esaú, las consecuencias del disgusto le alcanzarán á cualquiera, hasta afianzarse en sus generaciones (Génesis 28:6-9). Igualmente, Jacob vivió atemorizado por la posible pérdida de su vida y la de su familia; á causa del resentimiento de su hermano Esaú, quien lo acusaba todo el tiempo (Génesis 32:11). Por lo tanto, las palabras de Jesús respecto al perdón, están cargadas de la sabiduría de lo alto. La mejor satisfacción que se encuentra en la oración, es la descarga del perdón. La mejor medicina para el espíritu, el alma y el cuerpo está codificada en el perdón. Recuerda que Job sanó completamente, hasta que oró por sus amigos. Sobre todo, recuerda que la última oración de Jesús al padre, incluía el perdón de sus verdugos. Recuerda que el perdón de Dios viene por el amor.
Quien quiera que sea (el ofensor ó el ofendido), cada uno tendrá su propio proceso de los hechos que marcaron su vida. El ofendido en tal caso, es quien debe manejar su propio proceso, para evitar un daño colateral. De lo contrario, el ofendido pondrá un boicoteo mental que interrumpirá la mutua relación con aquel que lo agredió, y con la sanidad que necesita consigo mismo. La falta de perdón, no solamente evidencia la agresión recibida externamente por otro, sino que también evidencia los resultados internos de la agresión en sí mismo. Después de todo, por la ofensa de otro, el ofendido siente lo amargo que es el resentimiento. Además, si la ofensa hecha hirió los sentimientos; la falta de perdón será una presión que abrirá más la herida del resentimiento, sin la esperanza de una sanidad eficaz. Por lo tanto, el perdón es el código secreto de la lealtad, la libertad y la tranquilidad de un peso que condena y aprisiona el alma. El perdón es la sanidad interior del ofendido, aunque el agresor ni siquiera se dé por enterado.
*Los versos bíblicos corresponden á la versión Reina Valera.
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