«…antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, y venzas cuando fueres juzgado.» -Romanos 3:4.*
Cada vez que un cristiano comparte su fe con sus semejantes, se encuentra con distintas creencias y maneras de pensar. Mucha gente cree en Dios, pero a su manera. Las religiones han proliferado en estos últimos tiempos, pero sin los fundamentos de la verdadera fe cristiana. Son los días peligrosos profetizados por los apóstoles y profetas inspirados por el Espíritu Santo para traernos la revelación del corazón del Padre. Estos son los días de confusión y desatino en las cosas que conciernen a la fe cristiana, como una prueba para la estabilidad de los verdaderos hijos de Dios. Cada ves miramos y oímos de movimientos, doctrinas, organizaciones, y ministerios que tergiversan las Escrituras, trayendo fielmente el cumplimiento de la profecía bíblica.
Mucha gente dice las cosas tan convencidas y seguras de sí mismas, como si estuvieran hablando LA VERDAD. Sin embargo, si les preguntamos de los cimientos bíblicos de lo que afirman, no pueden responder, porque no los tienen. La gente se deja llevar por corrientes superfluas y sensoriales, más que las corrientes de la verdad espiritual que emana de las páginas de la Biblia. Lo emotivo y lo sensual de las experiencias extrasensoriales son pasajeras y engañosas. Es mejor afirmar el corazón en la palabra de Dios, porque son las bases seguras de una vida en fe, en esperanza y en amor para los hijos de Dios.
Cuando las personas dicen que ellos son hijos de Dios (los que creen que todos en el mundo son hijos de Dios), ¿Qué verdad de la Biblia les respalda? –No lo sabemos. Es más, algunos dicen: «Yo he decidido ser hijo de Dios», cuando la Biblia dice: «En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.» Juan 1:10-12. — Por lo tanto, sólo Dios engendra y puede dar la vida. Es su voluntad soberana la que realiza el nuevo nacimiento para la nueva vida en Cristo Jesús.
Aparentemente, todos estaríamos incluidos bajo la paternidad de Dios, siempre y cuando nuestra creencia sea en él. A pesar de eso, aunque parezca un sentimiento noble y sensato, no es así. Dios es el Creador de todo, incluyendo la raza de Adán y Eva. Pero, después del pecado de desobediencia de Adán y Eva, todos nacimos bajo la maldición del pecado, y quedamos fuera de la gloria de Dios. El apóstol Pablo lo explica de esta manera:
«…por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,…» -Romanos 3:23
«Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.» -Romanos 6:23.
Somos creación de Dios, pero eso no significa que todos tengamos los privilegios de ser hijos de Dios. La manera de alcanzar dicho privilegio está en el poder y la soberanía de Dios a través de Jesucristo. Es por la fe en Jesús, donde Dios determinó su designio de paternidad; siendo Jesús unigénito, Dios nos hace primogénitos en él, para una gloria eterna en los cielos. «Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.» -1 Juan 3:2.
*Los versos bíblicos corresponden á la versión Reina Valera.
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