
La fe no es producto de la mente, incubado por pensamientos e ideas del subconsciente. La fe no surge de la nada, ni tampoco se apoya en lo que no existe. La fe no es un cúmulo de buenos pensamientos que puedan crear realidades donde no hay fundamentos. La fe tiene su origen en Dios, y solamente por Dios es sostenida. La fe está basada en la verdad absoluta de la existencia de Dios. Solamente Dios es y será por siempre el Creador de todas las cosas que existen, y de las que vendrán a la existencia. Dios es el Creador y Supremo Arquitecto del Universo. Por lo tanto, la fe se fundamenta en el Todopoderoso, y en la fuerza de su palabra. Primeramente, porque Dios habló, inspirando a hombres, para llevar su realidad; y para mostrar su poder creativo, y dirigir el destino de todo lo que existe.
LA PALABRA QUE FLUYE DE DIOS
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Él era en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de él, y sin él no fue hecho nada de lo que ha sido hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.” –Juan 1:1-5.
La palabra de Dios es una fuente divina, que se origina en la esencia del corazón del Creador. Dios ha creado a sus criaturas con las capacidades sensoriales de recepción y comunicación con Él. Si Dios habla, tienen que existir los que le escuchan. Si Dios escucha, tienen que existir quienes hablan y se comunican con Él en el idioma de la fe. La Biblia dice: «El que puso el oído, ¿no oirá? — El que formó el ojo, ¿no verá?» -Salmo 94:9. — Dios hizo al ser humano con oídos para escuchar. Dios usa los sentidos para hacer comprender el mensaje que da. Los sentidos externos del cuerpo son los canales que Dios usa para llevar la palabra al corazón. Una porción de una historia bíblica, dice: «Pero Josías no se apartó de él; se disfrazó para combatir contra él, y no hizo caso a las palabras de Necao, que en realidad procedían de la boca de Dios,…» -2 Crónicas 35:22. — En esta historia, Necao Rey de Egipto, quería combatir a otro Rey; pero, el Rey de Judá le resistió. Necao le había dicho al Rey Josías, que Dios estaba con él en esa batalla, y que él no debía pelear en su contra, porque iba a morir. Esa era la palabra de parte de Dios que Josías no atendió; y eso le costó la vida. Dios para hablar, usa la voz de otros seres semejantes. El problema no es pensar que si Dios habla o no; el problema es, que los seres humanos no quieren escuchar.

Jesús habló en una parábola, sobre el significado que hay entre la tierra y las semillas; relacionándolos con los oídos y el corazón. Jesús dijo: «Cuando alguien oye la palabra del reino y no la entiende, viene el maligno y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Éste es el que fue sembrado junto al camino.» -Mateo 13:19. — El corazón es el terreno que producirá inequívocamente, el ambiente interior a la semillas de las palabras de fe. Cuando lees o escuchas la palabra de Dios, ésta llegará a tu mente, donde será analizada, para ser recibida o rechazada en el corazón. Las palabras de fe, como semillas, necesitan el terreno adecuado para morir y llevar vida. Si el corazón no está preparado (así como la tierra apelmazada por los trausentes junto al camino), las aves del cielo viene y toman las semillas que no se asentaron bajo la tierra que representa el corazón. El corazón como el terreno sembrado, producirá el porcentaje que le permitirá; a las semillas de fe, llevar su fruto. Si del corazón salen los malos pensamientos (entre otros pecados que llevan a las acciones), también de él salen los pensamientos de fe, de amor, y de esperanza en Dios. Mientras más alimentes tu mente de lo que sea; más estará preparado el terreno de tu corazón, para producir lo malo o lo bueno que pronto saldrá por tu boca, y será canalizado al mundo exterior.
EL PRODUCTO DE ESCUCHAR
«En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo que había sido prometido,…» -Efesios 1:13.
Según el apóstol Pablo, la fe es el producto de escuchar la palabra de Dios. Sin embargo, no se trata de oír solamente. Ésta es la razón por la cual Jesús decía: «El que tiene oídos para oír, oiga.” –Lucas 8:8. — Lo lógico es, que el que tiene oídos, es quien escucha; pero, Jesús va más allá de un simple oír con las membranas del oído en la carne física. Jesús se refiere a escuchar, en la forma de canalizar las palabras de fe al corazón. Yo le agrego esta otra porción de la Biblia, que dice: “Entonces escuchaba cierta mujer llamada Lidia, cuyo corazón abrió el Señor para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Era vendedora de púrpura de la ciudad de Tiatira, y temerosa de Dios.” –Hechos 16:14. — Toda operación de fe viene de Dios; y no hay ningún hecho, que no venga motivado por Él. Dios inquieta el corazón y lo mueve a escuchar. Es más aún, Dios hace que la persona que escucha, oiga con atención.
La Bibla dice: “…porque Dios es el que produce en vosotros tanto el querer como el hacer, para cumplir su buena voluntad.” –Filipenses 2:13. — Aquí quiero entender; que tratándose de una inquietud y una decisión en la vida, Dios es quien las origina. Estar en el lugar correcto y en la hora exacta, es una coordinación soberana y divina, para un beneficio eterno. La Biblia también enseña, que la felicidad es un producto de escuchar y guardar la palabra de Dios. En un evangelio esta escrito: «Y él dijo: Más bien, bienaventurados son los que oyen la palabra de Dios y la guardan.» -Lucas 11:28. — Como resultado del aprendizaje de las leyes divinas y eternas; se espera la respuesta de contener, atesorar, y poner por obra los mandamientos de Dios. Guardar la palabra, significa varias cosas; unas podrían ser, tener y mantener bajo cuidado y protección lo recibido, así como cumplir o acatar las reglas de la verdad.
CARACTERÍSTICAS DE LA ACCIÓN DE ESCUCHAR
“Luego la fe es por el oir; y el oir por la palabra de Dios.” –Romanos 10:17 (RV1909).
El texto bíblico me da la pauta de ver dos aspectos importantes, que vienen a ser las características de la acción de escuchar. Primero, escuchar la palabra de Dios, produce fe, ineludiblemente. Segundo, al escuchar la palabra de Dios con los oídos, ella misma inquietará más interés de escuchar de manera atenta y con el corazón, las Escrituras. Dicho de otra manera matemática, en donde el orden de los factores no altera el producto. La palabra hablada suma la atención; más, la palabra escuchada suma la fe. Visto o comprendido de cualquier manera, el poder del producto siempre vendrá de la misma fuente que es, la palabra de Dios.
OÍR: Es la capacidad natural a través del sentido auditivo del cuerpo humano. A menos que hubiera un impedimento físico, la persona no podría comunicarse con los sonidos de la voz. El sentido de la vista, está al mismo nivel del oído. La comunicación por señales o ademanes, letras, colores, diseños, y más; también son los medios como Dios puede hablar, y el ser humano escuchar.
ESCUCHAR: Es la capacidad de oír y atender intelectualmente lo que se dice. La clave está en colocar los sentidos en el lugar correcto. Si alguien decidiera no leer o escuchar la palabra de Dios, se cerraría a más posibilidades de darle las semillas de la fe, a los terrenos de su corazón.
ENTENDER: Es la capacidad de oír y atender, filtrando las palabras por la razón, y mezclando los sentimientos y las emociones internas del corazón. La palabra despierta el oído, y la persona empieza a oír y a poner el corazón atento, para recibir esas semillas de fe. Al oír atentamente, Dios es creído, recibido, adorado y visto con los ojos de la fe.
Dios es producto de la fe, y la fe es producto de Dios. La fe no se exalta así misma; sino que exalta a Dios, el dador de la fe. El producto de la fe solo tiene una fuente; y solo exponiéndose a la fuente, se podrá llenar el corazón. Jesús enseñó más allá de lo que los oídos pueden oír, cuando dijo: «Llamando a sí otra vez a toda la multitud, les decía: Oídme todos y entended.» -Marcos 7:14. — Por eso, Jesús no enfatizó oír solo por tener oídos (Marcos 7:16).
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CONCLUSIONES
«Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que traza bien la palabra de verdad.» -2 Timoteo 2:15.
La responsabilidad de un vocero de Dios que transmite su palabra, es aprender a usar las formas más fáciles y adecuadas, para entregar la enseñanza. Hacer la exposición del mensaje más claro, correcto, y accesible a los oyentes; es la cualidad de un predicador, que sabe ejercer en su ministerio, el poder de la fuente de la fe. Más que tener un «método» estratégico y eficaz, se debe confiar y creer en el poder que tienen las Escrituras. El mismo poder con el cual, el Espíritu Santo inspiró la palabra, es el mismo poder que conecta al predicador con sus oyentes.
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El apóstol Pedro dijo: «Si alguien habla, hable conforme a las palabras de Dios. Si alguien presta servicio, sirva conforme al poder que Dios le da, para que en todas las cosas Dios sea glorificado por medio de Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén.» -1 Pedro 4:11. — Solamente con la fuente de la verdad y la fe (productos divinos), Dios y nuestro Señor Jesucristo serán glorificados. La responsabilidad de todo cristiano es reconocer las semillas de la verdad, para hablarlas, como quien siembra en los terrenos de los corazones.
*Los versos bíblicos corresponden á la versión Reina Valera.
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