El escudo de la fe es la primera línea de defensa contra las flechas de fuego del diablo. Se forja en el yunque del Todopoderoso con la aleación de la Santísima Trinidad. Fe en el padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, son los tres elementos metálicos de fe que no pueden ser destruidos. El calor de la adversidad no los derrite. El frío del conflicto relacional no puede romperlos. Y el ataque de los sufrimientos no puede doblarlos. Sí, el escudo de la fe es un refugio celestial de los justos que conocen y sienten la seguridad de Dios, tres en uno.
¿Tómas en alto el escudo de la fe, o lo dejas por un lado, mientras está en el suelo, sin ser usado, e ineficaz? —Un escudo horizontal de la fe no ayuda, pero uno vertical se alinea a las referencias con las fuerzas del cielo. Tu parte consiste en sostener y levantar tu escudo de la fe; la parte del escudo consiste en extinguir las flechas ardientes del maligno. El escudo de la fe apaga las flechas de la duda con las palabras tranquilizantes de la Escritura; y con su presencia, el escudo trae calma en la oración. El escudo de la fe apaga las flechas de orgullo con tu humilde servicio.
«El SEÑOR es mi fortaleza y mi escudo; en él esperó mi corazón, y fui ayudado; por tanto se gozó mi corazón, y con mi canción le alabaré.» -Salmos 28:7.
La obediencia es la evidencia de la fe viva y comprometida con la agenda de Dios. Sabemos que estaremos rodeados de apoyo espiritual al alistarnos en el ejército del Señor. Si llegamos a estar ausentes sin un permiso oficial de los comandos de Cristo, estamos expuestos a la artillería del enemigo. Un Santo solitario es presa fácil de las estrategias del enemigo. Por lo tanto, estamos ante una comunidad de fe, que nos habrá de proteger de la ignorancia y de las tontas decisiones. La fe necesita el apoyo de amigos.
Por último, espera en Dios para traer refuerzos a tu situación difícil. Permanece resguardado en el foso de la confianza, y el Espíritu Santo renovará tu espíritu y te dará paz y esperanza en medio de los ataques del adversario. Que el gozo del Señor sea tu fuerza en tus luchas. Toma el escudo de la fe y tómala contra Satanás. Sus flechas de engaño y el desánimo se extinguen por tu audaz creencia en Dios. El escudo de la fe es confiable. Está asegurado por el Padre, por el Hijo y por el Espíritu.
«Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su grande misericordia nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva por medio de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos; para una herencia incorruptible, incontaminable e inmarchitable, reservada en los cielos para vosotros que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para la salvación preparada para ser revelada en el tiempo final.» -1 Pedro 1:3-5.